Santos

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sábado, 9 de abril de 2011

KIARA LUCCE BADANO

KIARA LUCCE

Su vida

La Congregación para la Causa de los Santos promulgó esta semana un decreto que reconoce las virtudes heroicas de Chiara "Luce" Badano, una hermosa adolescente italiana perteneciente al Movimiento de los Focolares que murió en 1990 cuando solo tenía 18 años de edad.
Chiara "Luce" (Luz) Badano nació en Sassello, Liguria, el 29 de octubre de 1971. Su nacimiento llenó de alegría a sus padres, Ruggero Badano, camionero, y María Teresa Caviglia, obrera, quienes por once años esperaron tener un hijo. "Si bien en medio de una inmensa alegría, comprendimos enseguida que no era sólo nuestra hija sino que ante todo era hija de Dios", señaló su madre según la biografía publicada por los Focolares.
Desde muy pequeña, Chiara mostró un profundo amor por Dios, al tiempo que revelaba un carácter fuerte pero dócil, era alegre, bondadosa y muy activa.
A los nueve años ingresó al Movimiento de los Focolares, donde descubre Dios como Amor e ideal de la vida, y se compromete a cumplir en cada instante, por amor, su voluntad. Cultiva la amistad con Jesús, que reconoce presente en el prójimo; prefiere a los pequeños, a los humildes y pobres, y entre ellos a los niños de África, donde sueña ir como médico. En 1985 se mudó a Savona para seguir los estudios de bachillerato. donde, según sus biógrafos, "a decir la verdad, encontrarán algunas dificultades, a pesar del esfuerzo. No aprueba el cuarto año y esto la hace sufrir mucho".
La suya fue una vida normal, con logros y fracasos. Tuvo muchos amigos que encontraron en ella apertura y escucha. En el colegio experimentó también la marginación: hay quien la llama “monjita” por su compromiso cristiano. En 4° pierde el año. Lo siente como una injusticia, mientras atraviesa la desilusión de su primer enamoramiento.

Pero Chiara hizo de cada obstáculo un trampolín. De cada dificultad una posibilidad para entrenarse a vivir con autenticidad el Evangelio, y responder al Amor de Dios que la atrajo desde cuando tenía poco más de 9 años, cuando participó con sus padres en el Family Fest (manifestación internacional para las familias promovida por el Movimiento de los Focolares).

Enseguida se comprometió con las niñas del Movimiento, las gen. Después del primer encuentro, junto a Chicca, gen como ella, le escribió a Chiara Lubich: “Hemos empezado nuestra aventura: hacer la voluntad de Dios en el momento presente. Con el Evangelio en mano haremos grandes cosas”.

Chiara tenía muchos amigos, se convirtió en una gran deportista, practicaba tenis, natación, montaña, disfrutaba del baile y el canto. Tiene la idea de ser azafata porque quisiera conocer el mundo, sin embargo después se orienta a estudiar medicina con la intención de ir a África a curar a los niños. Tiene predilección por los jóvenes que están en búsqueda,por los que pasan necesidades. Y no excluye a quien es... antipático.
A los 16 años discernió su vocación y decidió consagrarse a Dios. Mantuvo una relación muy cercana con la fundadora de los Focolares, Chiara Lubich, quien le puso el sobrenombre de "Luce".
Con 17 años, le diagnosticaron un tumor en el hombro. El diagnóstico fue "sarcoma ostiogénico con metástasis", uno de los tumores más graves y dolorosos. Chiara se propuso superar la enfermedad y comenzó un intenso tratamiento de quimioterapia, mientras trataba de seguir con su vida habitual sin perder la alegría ni la fe. Afronta la enfermedad confiando en el amor de Dios. Ante el sufrimiento repite: “Si lo quieres tú, Jesús, también yo lo quiero”. Comunica serenidad, paz y alegría a quien se le acerca. “Chiara Luce” lanza un mensaje a sus coetáneos: “Los jóvenes son el futuro. Yo ya no puedo correr, pero quisiera pasarles a ellos la antorcha como en las Olimpiadas. Tienen una sola vida y vale la pena gastarla bien”.
Entregó todos sus ahorros a un amigo que partió en misión humanitaria a África. A pesar de los esfuerzos de los médicos, la enfermedad avanzaba rápidamente y perdió el uso de las piernas. "Si tuviera que elegir entre caminar o ir al paraíso, elegiría esta última posibilidad", dijo a sus familiares, ya no pedía curarse, sino encontrarse con Jesús.
En julio de 1989 sufrió una severa hemorragia y parecía que el desenlace llegaría en cualquier momento. Dijo a sus padres: "No derramen lágrimas por mí. Yo voy donde Jesús. En mi funeral no quiero gente que llore, sino que cante fuerte".
En su lecho de enferma, Chiara rezaba mucho pidiendo ser capaz de cumplir con la voluntad de Dios. "No le pido a Jesús que me venga a buscar para llevarme al paraíso; no quisiera darle la impresión que no quiero sufrir más", decía y decidió preparar con su madre la que llamaba "fiesta de bodas", es decir su funeral.
Su fuerza conmovía a sus seres queridos y los médicos que la atendían.
En julio de 1989 sufrió una severa hemorragia y parecía que el desenlace llegaría en cualquier momento. Dijo a sus padres: "No derramen lágrimas por mí. Yo voy donde Jesús. En mi funeral no quiero gente que llore, sino que cante fuerte". Los gen hacían turnos de oración. Los médicos se preguntaban si dejarla morir o proceder a la transfusión intentando salvarla, pero a la vez intensificando también los sufrimientos. Se decidieron por la vida y Chiara logrará así vivir un año más, decisivo para ella.
Un año de una tenaz empinada, en unión con Chiara Lubich, con sus padres, con los otros jóvenes con quienes compartió sus mismos ideales, hasta la cima de la unión con Dios que se reflejaba en su rostro luminoso, a pesar de los dolores de la enfermedad.

Después de una noche difícil confió: “Sufría mucho físicamente, pero el alma cantaba”. Quien iba a visitarla con el deseo de animarla, salía transformado: Chiara contagiaba con su serenidad y paz. No es raro que dijeran haber experimentado el Paraíso.

Uno de los médicos, no creyente y crítico hacia la Iglesia, cuenta: “Desde cuando conocí a Chiara algo cambió en mi interior. Aquí hay coherencia, aquí todo me cuadra del cristianismo”.

Chiara Lubich, respondiendo a su última carta le escribió: “Dios te ama inmensamente, y quiere hacerte experimentar gotas de Cielo. Tu rostro tan luminoso expresa tu amor por Jesús. ‘Chiara Luce’ es el nombre que pensé para ti. ¿Te gusta? ¡Es la luz de Dios que vence al mundo!”.
En su lecho de enferma, Chiara rezaba mucho pidiendo ser capaz de cumplir con la voluntad de Dios. "No le pido a Jesús que me venga a buscar para llevarme al paraíso; no quisiera darle la impresión que no quiero sufrir más", decía y decidió preparar con su madre la que llamaba "fiesta de bodas", es decir su funeral.

Hasta el último momento Chiara Luce se volcó a amar a quien le quedaba cerca, a comunicar a la mayor cantidad de jóvenes posible el ideal que la animaba, a darle Dios a quien lo buscaba. En la vigilia de su “partida” saludó a todos los presentes, uno por uno, pero a los jóvenes con un amor especial. Les dejó una consigna: “Los jóvenes son el futuro. Yo ya no puedo correr, pero quisiera pasarles la antorcha como en la Olimpíadas. Tienen una vida sola y vale la pena gastarla bien”. Después le revolvió el cabello a su mamá: “¡Chao Sé feliz porque yo lo soy”.

El 7 de octubre de 1990 Chiara Luce concluyó su aventura terrena. Había esperado ese momento como un encuentro con su Esposo. Transformó su pasión en un canto nupcial. Había pensado en cada detalle para su funeral: las canciones, la oración de los fieles, las flores, el peinado, el vestido que deseaba fuera blanco, de novia. A la mamá le había dicho: “Cuando me vistas no tienes que llorar, sino decir: Ahora Chiara Luce ya no sufre, ve a Jesús”. Ese día eran muchísimos los jóvenes. El obispo de Acqui, Mons. Livio Maritano dijo: “La alegría dominaba, extrañamente estaban unidas las sonrisas a las lágrimas”. Fue inmediato el eco de su extraordinaria breve existencia. Muchos cambiaban de vida. Son innumerables los testimonios. El obispo la había conocido personalmente.

Unas dos mil personas asistieron a su funeral.
El entonces Obispo de Acqui, Mons. Livio Maritano, inició el proceso de beatificación de Chiara en 1999. El Prelado asegura que tomó esta decisión por "su forma de vivir, especialmente el ejemplo extraordinario que ofreció en el último tramo de su vida".
"La vi varias veces durante su enfermedad y me han llegado muchos testimonios de personas que la visitaban en el hospital o en la casa. Y todos confirmaban su altura espiritual y su amor a Dios, que le daban la fuerza para afrontar la prueba con una serenidad que la llevaba a animar a todos los que iban a visitarla con la intención de consolarla", indicó.
"He comprobado que la presentación del testimonio cristiano de Chiara constituía un mensaje muy fuerte, una forma de evangelización, por lo que me preguntaba si era justo mantener escondida en una pequeña diócesis un tesoro tan grande como para ponerlo al alcance de toda la Iglesia. Por eso no tuve ninguna duda en decidir promover esta causa", indicó












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